La ira y su
vinculación con la depresión
La ira es una de las emociones más frecuentes del
ser humano, pero si bien es normal experimentar ira situaciones que nos
exasperan hay que controlar su desarrollo por las consecuencias que trae
aparejado en nuestra salud y en las relaciones interpersonales que mantenemos
con nuestra familia, trabajo ya que se vuelve una fuerza destructiva de
vínculos importantes y daña potencialmente nuestra salud.
La intensidad de la ira varía desde un estado de
irritabilidad leve a un despliegue de furia intensa. Desde el punto de vista
biológico, esta emoción cuando se desmadra genera aumento del ritmo cardíaco y
aumento de la presión arterial debido a un aumento paralelo de la adrenalina y
la noradrenalina que intervienen a nivel hormonal.
Los elementos que precipitan estados de ira son muy
diversos, pueden estar relacionados con frustraciones tanto del mundo externo
como interno. Muchas veces es acompañado de recuerdos traumáticos que no han
podido ser elaborados. Las preocupaciones en relación a situaciones cotidianas
que nos generan impotencia como ser las situaciones sociales, laborales,
económicas especialmente dentro de un contexto como el nuestro donde la
economía y la seguridad son fluctuantes son promotores de estados de ira.
La ira se expresa con comportamientos agresivos
sean verbales o conductuales hay que diferenciarlo de la frustración, esta es
un sentimiento de disgusto hacia una situación que no era la esperable para el
sujeto, el foco esta en el resultado no esperado que genera ese estado de
abatimiento, es una reacción afectiva de disgusto por el suceso. En cambio en
la ira si bien hay un disgusto por el resultado de la situación se despliega
sentimientos de rabia y desaprobación, el foco no es solo el resultado sino la
acción que ha conducido a esto.
Los estados de ira y frustración son elementos que
precipitan estados de depresión muchas de las veces asociados a trastornos
ansiosos. La persona depresiva tiene una forma de autopercibir las situaciones
externas como sin salidas, esto aumenta la frustración por no ver resultados,
es por eso que la reestructuración cognitiva ayuda a dilucidar estos elementos
que están en juego para que no precipiten en estados de ira. La ira no debe ser
reprimida sino reconducida, en el sentido que la persona pueda expresar aquello
que lo irrita de sobremanera y poder ir viendo de que manera asertiva pueda
modificar la situación.
Una de las posibilidades es el incremento del
autocontrol emocional y la disrupción de la conducta de ira, utilizando
técnicas de registro de situaciones, control a través de relajación, entrenamiento
en solución de problemas y manejo de la asertividad.
Siempre es importante determinar la situación
nuclear que precipita estos estados y si la persona presenta estados de
depresión porque esta es la que primero se debe atender, determinar como se ve
a sí mismo, como juega el entorno y el futuro para esa persona sino estamos
viendo la superficialidad de la situación solo el manejo conductual pero en su
base hay un estado muchas veces larvado de depresión.
La reestructuración cognitiva facilita detectar
aquellos pensamientos que activan nuestra conducta y que mas de las veces estas
exagerados (pensamiento de tipo catastrófico, rígido, polarizado), que generan
estados disfuncionales y padecimiento tanto físico como psíquico, trabajando
desde lo cognitivo se pueden modificar tales creencias y empezar a construir
formas de procesamiento mental más realistas y flexibles que puedan llevar a la
persona a modificar su conducta y resolver los problemas que generaban una
actitud toxica, tanto para él como para su interrelación con su medio. Hay que
saber que no todos los problemas humanos tienen una solución inmediata, pero si
existe manejos específicos para afrontar el problema.
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