Lic.Mónica
Arcas
El
siglo XXI tiene una nueva epidemia que son las crisis de pánico y como ellas
repercuten en la vida social replegando al sujeto, dejándolo en la máxima
vulnerabilidad.
A
partir de las nuevas tecnologías, la humanidad ha logrado grandes avances, la
hiperinformacion a la que está expuesto el hombre actual en constante cambio,
junto con las nuevas formas de vinculación en un mundo globalizado han dado
lugar a un estado de estrés cada vez más agudo. La sociedad voraz demanda
competitividad e individualismo, a esto se le suma la problemática del
desempleo con mercados laborales cada vez más restringidos. Vivimos en una
sociedad donde los medios de comunicación exaltan la violencia de sucesos
sociales que promueven estados de aprensión generando reacciones de inseguridad
y esto también es un terreno fértil para qué personas con un psiquismo susceptible
pueden favorecer la aparición de trastornos de ansiedad.
La
ansiedad es un componente normal y necesario de la vida psíquica, que nos
permite cotidianamente avanzar y desarrollar con plenitud nuestra existencia.
Cuando esa ansiedad alcanza niveles excesivos se convierten en lo contrario; un
obstáculo que deteriora la calidad de vida. Entonces nos encontramos con el
escenario de los trastornos de ansiedad, crisis de pánico, ansiedad social,
fobias especificas, trastornos generalizados de la ansiedad, estrés agudo y
postraumático que paralizan el normal desarrollo del individuo en una edad
potencial. Por eso dentro del actual contexto se ha n definido los trastornos
de ansiedad como una epidemia de los últimos años.
En
lo que respecta a las crisis de pánico, los estudios han podido comprobar
fehacientemente que alrededor de un 10% de la población adulta ha sufrido en
algún momento de su vida, sin que esto necesariamente desemboque en un
trastorno de pánico. La clínica también muestra que en un alto porcentaje el
trastorno de pánico apareció después de un tiempo de acontecimientos traumáticos
y ansiógenos para el paciente (por ejemplo muerte de un familiar directo, estar
asistiendo a un familiar con una patología terminal, divorcios, graduación,
mudanza etc.)Se ha comprobado que entre un 80 -90% de las personas que
desarrollaron un trastorno de pánico han desarrollado agorafobia (que es el
miedo a estar en un lugar, tener síntomas de activación ansiosa y no encontrar
una forma rápida de encontrar una salida ante la inminente descompensación). En
la práctica clínica el desarrollo de la agorafobia es directamente proporcional
al tiempo de la consulta que realice la persona con un profesional
especializado en trastornos de ansiedad, ya que a medida que se hace crónica
aumentan las inhibiciones conductuales, con el consecuente agravamiento del
cuadro. Es importante poder hacer un
diagnostico precoz, evaluar los niveles de ansiedad, y si hay cuadros
asociados, es muy común ver personas con pánico agorafobia y una depresión
reactiva. También es frecuente ver personas que han peregrinado durante un
prolongado tiempo por diferentes guardias, consultan a cardiólogos, neurólogos
gastroenterólogos, cuando la patología es psicológica, requiere un abordaje
terapéutico y en casos más graves también medicación psiquiátrica, que en casos
tomados a tiempo suelen funcionar muy bien con terapia cognitiva conductual y
psicoeducacion.
Las
diferentes etapas por las que pasa el paciente se podrían definir en las
siguientes fases:
Primera
fase: Aparecen en forma súbita síntomas
físicos desagradables (sudoración excesiva, taquicardia, sequedad bucal,
sensación de ahogo, mareos, sensación de irrealidad). Todos esos síntomas
inquietan a la persona y esta le otorga un significado catastrófico, que se va
incrementando en la medida en que no se puede frenar voluntariamente este
malestar.
Segunda
fase: La persona asustada por la intensidad sintomática, busca seguridad y se
aferra a personas de su círculo íntimo a modo de sostén, generando un vínculo
dependiente en detrimento de su autoestima.
Tercera
fase: Aparecen las inhibiciones conductuales, la persona no se siente
competente para llevar una vida normal y tiende al aislamiento, restringe sus
salidas y pierde en consecuencia su calidad de vida.
Cuarta
fase: Aparece un estado de depresión reactiva con desvalorización y
desesperanza, la persona piensa que ya no es la misma que antes y que jamás
recuperara su bienestar. Esto aumenta el aislamiento, su capacidad de goce y su
productividad.
Es
importante prevenir el desarrollo cronificado de estas dolencias, para ello hay
que detectar los primeros indicios de la aparición del trastorno. Implementar
técnicas especificas para que la persona no se deteriore psíquicamente, y
detectar las comorbilidades (cuadros asociados al trastorno, ya que
generalmente los trastornos de ansiedad no están en cuadros puros sino combinados
con otros trastornos de ansiedad y/o depresión,) para poder recobrar una nueva
calidad de vida que le devuelva las ganas de vivir favoreciendo el crecimiento
como persona y por ende su autoestima
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