sábado, 20 de diciembre de 2014

El panico repercusiones en la vida social


Lic.Mónica Arcas
El siglo XXI tiene una nueva epidemia que son las crisis de pánico y como ellas repercuten en la vida social replegando al sujeto, dejándolo en la máxima vulnerabilidad.
A partir de las nuevas tecnologías, la humanidad ha logrado grandes avances, la hiperinformacion a la que está expuesto el hombre actual en constante cambio, junto con las nuevas formas de vinculación en un mundo globalizado han dado lugar a un estado de estrés cada vez más agudo. La sociedad voraz demanda competitividad e individualismo, a esto se le suma la problemática del desempleo con mercados laborales cada vez más restringidos. Vivimos en una sociedad donde los medios de comunicación exaltan la violencia de sucesos sociales que promueven estados de aprensión generando reacciones de inseguridad y esto también es un terreno fértil para qué personas con un psiquismo susceptible pueden favorecer la aparición de trastornos de ansiedad.
La ansiedad es un componente normal y necesario de la vida psíquica, que nos permite cotidianamente avanzar y desarrollar con plenitud nuestra existencia. Cuando esa ansiedad alcanza niveles excesivos se convierten en lo contrario; un obstáculo que deteriora la calidad de vida. Entonces nos encontramos con el escenario de los trastornos de ansiedad, crisis de pánico, ansiedad social, fobias especificas, trastornos generalizados de la ansiedad, estrés agudo y postraumático que paralizan el normal desarrollo del individuo en una edad potencial. Por eso dentro del actual contexto se ha n definido los trastornos de ansiedad como una epidemia de los últimos años.
En lo que respecta a las crisis de pánico, los estudios han podido comprobar fehacientemente que alrededor de un 10% de la población adulta ha sufrido en algún momento de su vida, sin que esto necesariamente desemboque en un trastorno de pánico. La clínica también muestra que en un alto porcentaje el trastorno de pánico apareció después de un tiempo de acontecimientos traumáticos y ansiógenos para el paciente (por ejemplo muerte de un familiar directo, estar asistiendo a un familiar con una patología terminal, divorcios, graduación, mudanza etc.)Se ha comprobado que entre un 80 -90% de las personas que desarrollaron un trastorno de pánico han desarrollado agorafobia (que es el miedo a estar en un lugar, tener síntomas de activación ansiosa y no encontrar una forma rápida de encontrar una salida ante la inminente descompensación). En la práctica clínica el desarrollo de la agorafobia es directamente proporcional al tiempo de la consulta que realice la persona con un profesional especializado en trastornos de ansiedad, ya que a medida que se hace crónica aumentan las inhibiciones conductuales, con el consecuente agravamiento del cuadro. Es importante poder  hacer un diagnostico precoz, evaluar los niveles de ansiedad, y si hay cuadros asociados, es muy común ver personas con pánico agorafobia y una depresión reactiva. También es frecuente ver personas que han peregrinado durante un prolongado tiempo por diferentes guardias, consultan a cardiólogos, neurólogos gastroenterólogos, cuando la patología es psicológica, requiere un abordaje terapéutico y en casos más graves también medicación psiquiátrica, que en casos tomados a tiempo suelen funcionar muy bien con terapia cognitiva conductual y psicoeducacion.
Las diferentes etapas por las que pasa el paciente se podrían definir en las siguientes fases:
Primera fase: Aparecen en forma súbita  síntomas físicos desagradables (sudoración excesiva, taquicardia, sequedad bucal, sensación de ahogo, mareos, sensación de irrealidad). Todos esos síntomas inquietan a la persona y esta le otorga un significado catastrófico, que se va incrementando en la medida en que no se puede frenar voluntariamente este malestar.
Segunda fase: La persona asustada por la intensidad sintomática, busca seguridad y se aferra a personas de su círculo íntimo a modo de sostén, generando un vínculo dependiente en detrimento de su autoestima.
Tercera fase: Aparecen las inhibiciones conductuales, la persona no se siente competente para llevar una vida normal y tiende al aislamiento, restringe sus salidas y pierde en consecuencia su calidad de vida.
Cuarta fase: Aparece un estado de depresión reactiva con desvalorización y desesperanza, la persona piensa que ya no es la misma que antes y que jamás recuperara su bienestar. Esto aumenta el aislamiento, su capacidad de goce y su productividad.
Es importante prevenir el desarrollo cronificado de estas dolencias, para ello hay que detectar los primeros indicios de la aparición del trastorno. Implementar técnicas especificas para que la persona no se deteriore psíquicamente, y detectar las comorbilidades (cuadros asociados al trastorno, ya que generalmente los trastornos de ansiedad no están en cuadros puros sino combinados con otros trastornos de ansiedad y/o depresión,) para poder recobrar una nueva calidad de vida que le devuelva las ganas de vivir favoreciendo el crecimiento como persona y por ende su autoestima


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